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25 septiembre, 2020 / Carmelitas
Convento carmelita de san Andrés y Colegio de santa Teresa de Jesús. Donde floreció la santidad y la ciencia (1480-1835)

El P. Matías Tejerina Espeso, O.Carm., en plena remodelación del Convento de san Andrés de Salamanca, nos presenta este interesante subsidio de formación que lleva por título: “Convento carmelita de san Andrés y Colegio de santa Teresa de Jesús. Donde floreció la ciencia y la santidad, 1480-1835”. El libro, por un lado, acompañará al peregrino y huésped de la comunidad salmantina para que conozca mejor las raíces carmelitas del Convento de san Andrés y a quienes fueron sus insignes moradores. Por otro lado, a los estudiantes y novicios carmelitas les permitirá apreciar con sano orgullo la familia religiosa a la que pertenecen y valorar históricamente el solar carmelita donde viven.

La mirada atenta a nuestro pasado nos permite entender el desarrollo de la Orden del Carmen, al mismo tiempo que reconocer nuestra finitud y vulnerabilidad. Conocer la trastienda de nuestros orígenes nos enseña a ser humildes. Las reformas, destrucciones y el final aciago del famoso Escorial Salmantino (1651-1835) son signos elocuentes de nuestra contingencia, la cual certifica que solo “Dios no se muda”, lo demás “todo se pasa” (cf. Lc 21,5-6; Mt 24,35). La verdadera humildad se acrisola en la fragua de la purificación y el desprendimiento. La riada de san Policarpo en 1626, la guerra de la Independencia, los vaivenes de la política decimonónica, la desamortización en 1834, así como la posterior exclaustración de los religiosos, rompieron la obra del hombre –el edificio que compitió en belleza con otros monumentos de Salamanca–, pero nunca pudieron destruir la luminosa obra de Dios y sus frutos: la ciencia y la santidad forjadas entre sus muros.

El presente trabajo es un memorial a otros sillares, cimientos verdaderos que levantaron una casa hecha con piedras vivas (cf. 1 Pe 2,5). Como escribiera el Cardenal Newman: “Cualquier templo o edificio religioso es fruto de martirios, grandezas y sufrimientos… Solo los santos, los hombres mortificados, los predicadores de la rectitud, los confesores, pueden crear una casa para la verdad… Todo lo que hay de noble en su arquitectura, que cautiva los ojos y llega al corazón, no es puro efecto de la imaginación de los hombres, sino que es un don de Dios, es una obra espiritual… Por eso los templos de Dios son también los monumentos de sus santos”.

Thomas Merton, en su última conferencia, en Bangkok, el 10 de diciembre de 1968, horas antes de morir, decía: “Lo esencial de la vida monástica no está vinculado a edificios, a vestimentas, ni siquiera está necesariamente asociado a una Regla. Reside en algo más profundo que una Regla. Tiene que ver con la completa transformación interior. El resto sirve a este propósito”.

Para leer el prólogo del libro, pinche aquí:

PRÓLOGO, CONVENTO DE SAN ANDRES Y COLEGIO DE STA. TERESA. Desiderio, O.Carm

 

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