La Provincia carmelita de ACV ha preparado un Protocolo de atención a hermanos enfermos y ancianos que nos ayude al mejor cuidado de nuestros frailes.
En la Escritura, la estima del anciano se transforma en ley: “Ponte en pie ante las canas, […] y honra a tu Dios” (Lev 19,32.). Los Salmos nos enseñan a orar: “Enséñanos a calcular nuestros días, para que adquiramos un corazón sabio» (Sal 90 [89], 12). Vemos cómo uno de los “carismas” de la longevidad, según la Palabra de Dios, es la sabiduría. El designio de salvación de Dios se cumple también en la fragilidad de un cuerpo débil e impotente. Así, del vientre estéril de Sara y del cuerpo anciano de Abrahán nace el Pueblo elegido (cf. Rm 4,18-20). La ancianidad es un época privilegiada para la confianza y el abandono en Dios.
La ancianidad y la enfermedad, que conllevan también el desgaste del hombre exterior, son dos dimensiones ineludibles que debemos atender en el “plan estratégico provincial”, el cual se está elaborando desde el Consejo provincial. La Instrucción del Pontificio Consejo para los Laicos, La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y el mundo, insiste en la atención integral de las necesidades afectivas, físicas, psíquicas y espirituales de nuestros mayores. Para ello, el Protocolo nos ayudará a marcar directrices para una mejor atención y a acompañar las renuncias y gestiones que la edad avanzada conllevan en la vida comunitaria de cada convento.