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Rincón carmelita

 

Corazón de cieno, Alma di Voices
8 diciembre, 2019 / Carmelitas
Rincón carmelita. Corazón de cieno – Si de mi baja suerte las llamas del amor tan fuertes fuesen

Seguimos adelante en el acercamiento poético-musical a Juan de la Cruz.  ¿Cómo hacerlo sin perder de vista el tiempo en que vivimos para que el espíritu de Juan no  sea un mero mecerse en efluvios espirituales?

Juan insiste y predica un hondo proceso de  descubrimiento y purificación de tanta contingencia, limitación, ganga y miseria como habitan el corazón y el alma de la persona humana. Parece que ese es un buen recordatorio que nos pone los pies en el suelo. A la vez, no cae en un derrotismo fatalista. Nos hace falta erguirnos hacia al cielo y no permanecer postrados en este valle de lágrimas. Juan es testigo de la restauración, de la re-creación, enseña cómo la pequeña vida humana movida por el simple deseo de Dios va quedando hecha a la imagen y semejanza divina, hasta la unión con Él.

Proponemos hoy, con relativa consonancia con la fiesta de la Inmaculada, un extracto de un largo poema tomado de entre las “canciones del alma que se duele que no puede amar a Dios tanto como desea” de nuestro doctor místico.

Mi corazón de cieno,
que no sufre calor ni permanece
más que la flor del heno,
que luego que florece,
el aire la marchita y desfallece

¡Oh si mi bajo vuelo
tal fuese que mis llamas levantase
siquiera hasta el cielo
Y allí las presentase
delante de mi Dios y las mirase!

Que de su eterno fuego,
con ímpetus y ardientes embestidas,
serían absortas luego,
absortas y embebidas,
y ya en eterno luego convertidas,

el cual, en sí morando
y en sí sus mismas llamas convirtiendo,
en su amor se abrasando,
las mías encendiendo,
haría estar del mismo amor ardiendo.

La música es de  Luis Amechazurra e interpreta ese trío que habéis visto, “Alma di voices”, en cuyo blog se pueden encontrar varias musicalizaciones interesantes de poemas espirituales. (veáse aquí)

Según hemos anticipado, la interpretación solo presenta un extracto de todo el poema. He aquí la versión completa:

Si de mi baja suerte
las llamas del amor tan fuertes fuesen
que absorbiesen la muerte
y tanto más creciesen
que las aguas del mar también ardiesen,

y si de ahí pasasen
tanto que las tres máquinas hinchesen
y así las abrasasen
que en sí las convirtiesen
y todas ellas llamas de amor fuesen,

no pienso que podría,
según la viva sed de amor que siento,
amar como querría,
ni las llamas que cuento
satisfacer mi sed por un momento.

Porque ellas, comparadas
con aquel fuego eterno sin segundo,
no son más abultadas
que un átomo en el mundo
o que una sola gota en el profundo.

Mi corazón de cieno,
que no sufre calor ni permanece
más que la flor del heno,
que luego que florece,
el aire la marchita y desfallece,

¿cómo jamás podría
arder tanto que suban sus vislumbres,
según él lo quería,
hasta las altas cumbres
de aquel eterno Padre de las lumbres?

¡Oh mísero partido
donde el amor tan cortos vuelos cría,
qué vuelo tan subido
no sólo no hacía
como aquel sumo amor lo merecía!

Mas antes, en aquellas
fuerzas de su volar tan limitadas,
está tan falto de ellas,
las plumas abajadas,
que apenas alza vuelos de asomadas.

¡Oh si mi bajo vuelo
tal fuese que mis llamas levantase
siquiera hasta el cielo
Y allí las presentase
delante de mi Dios y las mirase!

Que de su eterno fuego,
con ímpetus y ardientes embestidas,
serían absortas luego,
absortas y embebidas,
y ya en eterno luego convertidas,

el cual, en sí morando
y en sí sus mismas llamas convirtiendo,
en su amor se abrasando,
las mías encendiendo,
haría estar del mismo amor ardiendo.

Así se hartaría
la profunda codicia de mi pecho,
porque allí se vería
absorto y ya deshecho,
con nudo bien estrecho y satisfecho.

 

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