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San Judas Tadeo; miércoles, 28 octubre 2020
28 octubre, 2020 / Carmelitas
“La religiosidad popular: una forma genuina de evangelización”. San Judas Tadeo, 28 octubre 2020

Hoy, día 28 de octubre, recordamos el martirio de san Judas y san Simón.  En el Convento carmelita de san Andrés de Salamanca perdura su devoción, y hacia él se encaminan devotos y personas de fe sencilla en busca de un encuentro personal con Dios.

El Papa Francisco ha asegurado en repetidas ocasiones que “la religiosidad popular es una forma genuina de evangelización”, que necesita ser promovida y valorada, sin minimizar su importancia. Según el Papa, sería un error decir que quien busca un lugar sagrado o va en peregrinación vive una espiritualidad no personal sino “de masa”. Quien entra en un convento, buscando el amparo de los amigos de Dios, los santos –ha asegurado– “siente enseguida que se encuentra en su casa, acogido, comprendido y sostenido…”. Peregrinar a los santuarios, buscar espacios donde orar y ser escuchado es una de las expresiones más elocuentes de la fe del pueblo de Dios, y manifiesta la piedad de generaciones de personas, que, con sencillez, han creído y se han encomendado a la intercesión de la Virgen María y de los Santos.

La palabra clave de toda religiosidad popular es “acogida” y “hospitalidad”. Con la acogida y la hospitalidad nos lo jugamos todo. En el Convento carmelita de san Andrés, en Salamanca, ambas se practican. Jesús no habló sólo de acogida, sobre todo la practicó. La acogida es realmente determinante para la evangelización. A veces, basta simplemente una palabra, una oración, una estampa, una sonrisa, compartir un plato de comida, preguntar ¿qué tal está?, ¿cómo va su familia? para hacer sentir que el mismo Dios es quien viene a visitar a la persona. El anuncio del kerygma y del amor de Dios es importante que vaya envuelto en una buena carta de presentación, la cual dependerá en gran medida de la calidad contemplativa y de la altura humana y espiritual del que acoge. Y no sólo acoger en el sentido espiritual, el devoto debe ser acogido tanto a nivel espiritual como material.

Un santuario, un iglesia conventual donde se venere una particular advocación es casa de perdón, donde (¡ojalá!) cada uno pudiera encontrarse con la ternura del Padre que tiene misericordia por todos, sin excluir a nadie.

Debemos seguir valorando la religiosidad popular (Evangelii Nuntiandi 48), pero también hay que ir depurando aquellos aspectos que no van acordes con el mensaje evangélico: supersticiones, idolatrías, magia… La centralidad de toda vida cristiana es la persona de Jesucristo. Por lo tanto, es una invitación a un sano diálogo, para que esta devoción lleve a verdaderas actitudes evangélicas: apertura a la vida espiritual, el respeto a la vida, la fraternidad, el compartir nuestros bienes, la ayuda por los necesitados.

 

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