Texto (Lc 17, 5-10)
En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».
Oración
¡Auméntame la fe Señor! Es el grito que surge de mi corazón cuando soy golpeado por el sufrimiento y no entiendo tu silencio. «¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas?».
Que exigente es ser cristiano, en los domingos anteriores nos has pedido Señor vivir la pobreza de Espíritu y practicar la misericordia. Me miro y me hundo, ¡cuántas seguridades, idolatrías y juicios constantes a los demás! ¡Cógeme la mano Señor, que me hundo!
Sé que la fe es un regalo, pero hay que aceptarlo, abrirte de par en par las puertas de mi corazón. «Si hoy escuchas mi voz, no endurezcas el corazón». ¡Cuántos obstáculos, cuantas rigideces me impiden amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas!
Ayúdame Señor a caminar por la vía de la confianza, del total abandono. Que no olvide nunca tu misericordia. Y cuando no pueda más, y todo parezca oscuro, pueda gritar una vez más: ¡auméntame la fe!
