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Rincón carmelita

15 noviembre, 2019 / Carmelitas
María, Simón Stock, los fieles difuntos, el purgatorio y las promesas del Escapulario: valor espiritual

Hemos sobrevolado en entradas previas un acercamiento histórico a las conocidas primera y segunda promesa del Santo Escapulario. Surge entonces la pregunta: ¿cómo vivimos hoy el porte del Escapulario? Actualmente los carmelitas no insistimos en las dos promesas de la Virgen para evitar deslizarnos en la resbaladiza pendiente de la superstición o la magia. En efecto, ya ha sido necesario desmentir con un testimonio de vida auténtica que el Escapulario favoreciera una fe fácil, milagrera y hechicera. No cabe ignorar que para la comodidad de una humanidad vieja resulta nefasto el planteamiento: “…Como llevo el Escapulario y me protege… no me hace falta más conversión, puedo obviar los sacramentos, la caridad… ¡iré de todos modos derechito al cielo!…”. Quizás, entre los viscerales adversarios del Escapulario —como por ejemplo Juan Launoy (†1678)— pudiéramos encontrar que, en el fondo, podía moverles aversión a este tipo de trasfondos pseudo-mágicos en la comprensión ingenua y engañosa que se pudiera tener de los sacramentales en general.

Por eso, más que hablar de los “privilegios” de que gozan los portadores del Escapulario y los fieles difuntos, nos cabe vivir y testimoniar la espiritualidad que conlleva. Con tal fin, recordamos una reflexión del P. Enrique María Esteve:

“No hay que olvidar nunca que (…) las devociones ‘privadas’ o ‘piadosas’ tradiciones, como son las del Escapulario y el Rosario, no tienen, desde el punto de vista histórico, más que un valor relativo, aunque sea fuera de toda duda prudente. Tan sólo desde el punto de vista doctrinal, pueden tener un valor absoluto, el único garantizado por la Iglesia con su Magisterio (…) Si queremos, pues, apreciar la devoción del Santo Escapulario, como es debido, es preciso que nos fijemos sobre todo en lo que se llama su valor espiritual o interno, vital y teológico” (Enrique Mª. Esteve O.Carm, La devoción del Santo Escapulario: su valor espiritual).

Sea dicho al paso, la asunción de la consideración crítica-histórica no supone una discontinuidad con la tradición, ni una minusvaloración del legado recibido. Al contrario, ya desde el siglo XVII hubo carmelitas que, en lugar de incidir en los privilegios o de apoyarse en sus promesas, se fundaban más bien en sus valores espirituales. Matías de San Juan († 1681), viene a decir, más o menos, aquel que viste como la Virgen debe vivir como ella, y subraya la importancia de los sacramentos y de la caridad:

“El Escapulario es un sello grabado por la Santísima Virgen en el corazón de cada uno de los que lo llevan. Y de esta manera (…) la Santísima Madre de Dios los reconoce por suyos. El Escapulario es un memorial de la Santísima Virgen para que frecuentemente, por medio de aspiraciones, elevemos a ella el corazón (…) Es un signo o memorial de la presencia de Dios, como en otros tiempos lo eran las orlas en los vestidos de los judíos, para que por ellas se acordaran de todos los mandamientos de Dios (cf. Nm 15,38-39). Así también es un aviso moral de la presencia de María para aquellos que especialmente la sirven y a ella acuden en sus acciones y tentaciones (…) También es el Escapulario un signo de su hermandad, y asimismo signo de que quien lo lleva es en cierto sentido hijo adoptivo de la Virgen Santa. Dijo Cristo de todos los fieles: ‘Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre’ (Mt 12,50) y así también el que lleva el Escapulario (no sólo físicamente sino también moralmente y razonablemente) se hace en cierta manera hijo de la Virgen Madre, para poder decir confiadamente: ‘Muestra que eres mi Madre’ (…) Porque el Escapulario es un signo de la obligación de vestirse de las virtudes de la misma Virgen Madre de Dios, por la imitación de sus virtudes. (…) Finalmente el Escapulario es un medio para la más pronta liberación del purgatorio, es salvación en los peligros, preservando de ellos (…) y por él, con la mediación de María, se nos conceden otros beneficios” (Matías de San Juan, La verdadera devoción del Escapulario, 1656).

Mucho más recientemente, en 2001, los generales O.Carm y OCD de aquel momento firmaron un documento conjunto sobre el Escapulario insistiendo en que la devoción al Escapulario no debía reducirse a las solas promesas, sino que su porte merecía y requería la adhesión a la forma de vida que es la propia del Escapulario, el revestirse de las virtudes de la Virgen:

“Toda revitalización del Escapulario carmelitano exige que lo consideremos en el contexto más extenso de la relación del Carmelo con María. Según nuestros santos, es importante una intimidad personal con la Madre de Dios y un compromiso de tomarla como modelo de discipulado cristiano. Los temas principales de Madre, Patrona, Hermana y Modelo nos pueden llevar a un conocimiento más profundo de María y a una relación más entrañable con ella. Sólo desde esta perspectiva se puede considerar el Escapulario como un signo que favorece el crecimiento espiritual de la vida cristiana” (J. CHALMERS y C. MACCISE, Con María la Madre de Jesús (Hch 1,14), 2001).

Por todo lo visto, pues, nos inclinamos más bien por considerar la vertiente espiritual del Santo Escapulario. Según veremos, además, en otra próxima entrada a propósito de su imposición, el mismo rito de imposición es rico en textos bíblicos que nos orientan en dicho sentido espiritual.

En la imagen destacada aquí arriba:  Virgen del Carmen y ánimas del purgatorio (Escuela colonial, s. XVIII)

 

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