La liturgia es el encuentro con Cristo resucitado. Con esta frase podemos resumir lo que fue el encuentro de la Orden del Carmen sobre la Liturgia durante la segunda semana de mayo. Un encuentro cargado de muchas emociones y sentimientos, iniciado con el cálido encuentro entre los hermanos, unos 75, provenientes de diversas partes del mundo, pasando por la oración y espera por el nuevo Papa, hasta su elección el pasado 8 de mayo. Todos los días estuvieron cargados de interesantes temas centrados en la vida de oración carmelita y su relación con la liturgia.
Dichos temas estuvieron centrados en la importancia de las celebraciones litúrgicas como un espacio comunitario, donde la experiencia con Cristo resucitado repercute en la vida personal de aquellos que celebran plena, activa y conscientemente las diversas celebraciones litúrgicas. Este arte de celebrar toca la esfera de la vida carmelitana, teniendo en cuenta el énfasis que hace nuestra Regla en la importancia de la vida oración en comunidad (Eucaristía y Liturgia de las Horas) y personal (meditar en la celda la ley del Señor, día y noche). Este sentimiento estaba presente en la vida de los santos, beatos y miembros del Carmelo, quienes con sus acciones manifestaban la riqueza de la vida interior producto del encuentro personal con Cristo. De aquí las diversas expresiones de oración carmelita, composiciones musicales, y la íntima unión con la Virgen María, la Señora del Lugar, modelo de vida de todo carmelita.
Dentro de la dinámica de la familia carmelita está el servicio en medio del pueblo de Dios. Somos “maestros de la oración”, nos dijo Benedicto XVI en su mensaje al Capítulo General de 2007. Esta labor de ser escuela de oración pasa por la liturgia, de manera tal que nuestras celebraciones litúrgicas también deben de estar impregnadas por el carisma carmelita, así como garantizar un encuentro con Jesucristo. Ante esta tarea es indispensable la colaboración con los fieles, quienes pueden asumir responsabilidad desde dentro de las preparaciones para una celebración litúrgica.
En medio de estas conferencias tuvimos la alegría de contemplar como Orden la fumata blanca que anunciaba al nuevo papa, León XIV. Fue un momento de alegría, ya que como Iglesia volvíamos a tener al sucesor del Apóstol San Pedro en medio de nosotros. Le confiamos a nuestras oraciones ante la magna tarea de presidir la Iglesia en todo el mundo.
Al día siguiente de la clausura del Cónclave, tuvimos la peregrinación hacia la Basílica de San Pedro del Vaticano, lugar donde, ante la mirada de turistas, religiosos y curiosos, cruzamos la Puerta Santa entonando el Flos Carmeli, seguido del Regina Caeli, significando este momento uno de los mas solemnes y emotivos de todo el Congreso.
Damos gracias a Dios por este encuentro de la Orden del Carmen a los ponentes: Giuseppe Midili, Michael Plattig, Simon Nolan, Valéry Bitar, Anastasia di Gerusalemme, Donna Orsuto, Giovanni Grosso, Fernando Millán, Desiré Unen y Míceál O’Neilll; y de manera especial a los organizadores, así como aquellos que cada día aportaron su persona y tiempo para que este congreso fuese un rotundo éxito.