Tras una larga enfermedad, ayer, viernes 17 de junio de 2022, nos dejó nuestro querido hermano Fray Pedro Murciano Fuertes, O.Carm. Hoy, confiados en la intercesión sabatina de Nuestra Señora del Carmen, hemos celebrado a las 11:00 de la mañana la Eucaristía funeral en la cripta de nuestra parroquia de Santa María del Monte Carmelo, en la calle Ayala de Madrid.
La acción de gracias por la vida, vocación y ministerio de nuestro hermano nos ha congregado a los miembros de la comunidad de Ayala, a una nutrida presencia de la comunidad de frailes de la comunidad de Flor del Carmelo, a nuestro querido ex-general, el p. Fernando Millán Romeral O.Carm., a varias de nuestras hermanas carmelitas de Orihuela, junto con familiares, hermanos, sobrinos y sobrinos-nietos del mismo Fray Pedro. Ha presidido la celebración y ha predicado el prior de la comunidad, el p. Alfonso Carlos Grau Grau O.Carm. En su homilía, tras una bella y consoladora meditación bíblica sobre los pasajes proclamados en la liturgia -tomados del profeta Isaías y del Evangelio según san Juan-, concluyó su predicación con un fraterno testimonio en el que elogió el testimonio de vida alegre, de internacionalidad y disponibilidad al servicio de la Orden del Carmen, de la generosa y fiel entrega de Fray Pedro. Por su parte, el p. Fernando Millán accedió, a petición del p. Alfonso, a decir unas palabras después de la comunión en las que compartió un entrañable testimonio de anécdotas de vida que pudo compartir durante su generalato en Roma junto a Fray Pedro. Entre otras varias cosas, arrancó una sonrisa de asombro a toda la asamblea al recordar cómo el mismo Fray Pedro contó al P. Fernando que durante sus 24 años de estancia en Roma, nuestro hermano se prestó a hacer más de 1800 viajes de la Curia General al aeropuerto para ir a recoger o a dejar a frailes de viaje, incluso a las horas más intempestivas de la noche, y tocó la fibra sensible al recordar cómo en la celebración de sus bodas de oro de vida religiosa, el mismo P. Fernando fue testigo que Fray Pedro quedó embargado por la emoción al punto de que el gimoteo le impidió pronunciar la renovación de su profesión religiosa.
Tras los ritos finales propios del funeral, su féretro ha sido conducido al cementerio “Sacramental de San Justo”, acompañado por una comitiva de frailes y familiares, para dar sepultura a nuestro hermano Pedro. Habiendo compartido ya en su propia carne la muerte de Jesucristo, lo confiamos a la misericordia divina y a la intercesión de nuestra madre y hermana, la Virgen del Carmen, para que vea colmada su esperanza de alcanzar a compartir también en su propia carne la resurrección de Nuestro Señor. Vida de entrega, como el grano de trigo, definitivamente enterrada, para dar abundante y rico fruto.
Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí.
Si vivimos vivimos para el Señor,
si morimos, morimos para el Señor.
En la vida y en la muerte somos del Señor (Rm 14,7-8)
