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15 mayo, 2025 / Carmelitas
León XIV, rumor de una brisa suave (1 Re 19,12)

Muchas lecturas se están haciendo del recientemente elegido León XIV, Papa. ¡Muchas! Algunas estridentes, otras apocalípticas, no faltan las que quieren ponerlo bajo su bandera (ideológica, política…).  Llama la atención otra. Más discreta. Con más enjundia.

Sí, ciertamente, se ha dicho que es religioso agustino. Pública y notoria su inclinación a san Agustín, el obispo africano. Lo lleva en el lema. Sin duda también en el corazón. Pero no solo al Doctor de la gracia.

Entresacamos por orden cronológico brevísimos extractos de las pocas comunicaciones públicas que ha tenido hasta ahora. Sorprende la proporción alta de ocasiones en que evoca a los Padres de la Iglesia: Ignacio de Antioquía, por supuesto, Agustín, Gregorio Magno, Efrén de Nísibe, Isaac de Nínive… Dice sobre cuál es su hondura, la fisonomía de su pensamiento, las categorías que le resultan familiares.

Primera bendición de nuestro Papa León XIV8 de mayo de 2025

… Soy hijo de San Agustín (agustino) que dijo: «Con vosotros soy cristiano y para vosotros obispo». En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.

En rigor, parece que el sermón original de Agustín se perdió, pero pasó a la tradición, e incluso Cesareo de Arlés lo habría citado. El santo hiponense habría dicho algo así como: “Si me asusta lo que soy para vosotros, me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy Obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel nombre expresa un deber, éste, una gracia; aquél indica un peligro, éste, la salvación” (Sermón 340, 1). Muy parecido, en la ordenación de un obispo, el sermón 340A, que sí se conserva. Accesible on-line en la página Augustinus hipponensis.

Primera homilía como Papa León XIV9 de mayo de 2025 (Capilla Sixtina)

… Lo digo ante todo por mí, como Sucesor de Pedro, mientras inicio mi misión de Obispo de la Iglesia que está en Roma, llamada a presidir en la caridad la Iglesia universal, según la célebre expresión de S. Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Romanos, Proemio). Él, conducido en cadenas a esta ciudad, lugar de su inminente sacrificio, escribía a los cristianos que allí se encontraban: «en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo» (Carta a los Romanos, IV, 1). Hacía referencia a ser devorado por las fieras del circo —y así ocurrió—, pero sus palabras evocan en un sentido más general un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad, desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (cf. Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo….

Discurso del Santo Padre León XIV al Colegio Cardenalicio – 10 de mayo de 2025

Primer encuentro posterior a su elección. En este caso, no recogemos una referencia a un Padre de la Iglesia, pero nos interesa…

… A nosotros nos toca ser dóciles oyentes de su voz y ministros fieles de sus designios de salvación, recordando que Dios ama comunicarse, más que en el fragor del trueno o del terremoto, en «el rumor de una brisa suave» (1 Re 19,12) o, como lo traducen algunos, en una “sutil voz de silencio”. Este es el encuentro importante, que no hay que perder, y hacia el cual hay que educar y acompañar a todo el santo Pueblo de Dios que nos ha sido confiado.

La Santa Sede publica el escudo y el lema del Papa León XIV – 10 de mayo.

El Santo Padre decide conservar los mismos que eligió cuando fue nombrado obispo de la diócesis de Chiclayo (Perú).

El escudo

Descripción del blasón. Aparece tajado en diagonal: en el primer campo, de color azul, con un lirio de plata; en el segundo, de color blanco marfil, con un corazón ardiente atravesado por una flecha colocada en barra, todo de color rojo y sostenido por un libro al natural.

El escudo está timbrado por una mitra de plateada, adornada con tres bandas de doradas unidas por un palo del mismo metal, con las ínfulas episcopales revoloteando al uso, forradas de rojo, adornadas con cruces y flecos dorados,  unidas a las llaves de San Pedro cruzadas y superpuestas al modo pontifical, la de banda de oro y la de barra de plata, unidas por un cordón rojo.

El escudo del Santo Padre León XIV eleva. Arriba hacia la izquierda, sobre un fondo azul, color que evoca las alturas del cielo y se caracteriza por su valor mariano, presenta un símbolo clásico en referencia a la Santísima Virgen María, el lirio (flos florum, la flor de las flores).

En el otro campo, por debajo hacia la derecha, de color blanco, destaca el emblema de la Orden Agustina, un corazón ardiente atravesado por una flecha. Esta figura representa simbólicamente pensamientos de San Agustín. Se recogen varias ocasiones, con parecidas palabras. Unas, recogidas en el libro de las Confesiones: «Sagittaveras tu cor meum charitate tu, («Habías saeteado tú mi corazón con tu caridad»). En otras, el mismo santo africano explicó así su propia vida: «Vulnerasti cor meum verbo tuo», («Has traspasado mi corazón con tu Palabra»). Remite, pues, a la conversión, “herido” por la Palabra de Dios. Se como sea, se trata de un elemento que, desde el siglo XVI, estará siempre presente en el emblema de los agustinos, aunque con diferentes variantes, como la presencia del libro que simboliza la Palabra de Dios, capaz de transformar el corazón de todo ser humano, como lo hizo con Agustín. Ese libro recuerda también las iluminadísimas e innumerables obras que el Doctor de la Gracia legó a la Iglesia y a la humanidad. El blanco (en el escudo papal en tono marfil) es un color que se repite en otros escudos de órdenes religiosas y puede interpretarse como símbolo de santidad y pureza.

El lema: «In Illo uno unum»

En sus rasgos esenciales, pues, León XIV confirmó su escudo precedente, elegido para su consagración episcopal, así como el lema «In Illo uno unum». Estas son las palabras que pronunció san Agustín en un sermón, la Exposición del Salmo 127, para explicar que «no es Él uno y nosotros muchos, sino que, siendo nosotros muchos en Aquel uno [Cristo], somos uno». Esta elección subraya su compromiso con la unidad y la comunión en la Iglesia.

En una entrevista con medios del Vaticano en julio de 2023, el entonces cardenal Prevost explicó:

«…Como se desprende de mi lema episcopal, la unidad y la comunión forman parte del carisma de la Orden de San Agustín y también de mi forma de actuar y pensar. Creo que es fundamental promover la comunión en la Iglesia, y sabemos bien que comunión, participación y misión son las tres palabras clave del Sínodo. Por lo tanto, como agustino, para mí promover la unidad y la comunión es fundamental. San Agustín habla mucho de la unidad en la Iglesia y de la necesidad de vivirla».

El heraldista P. Davide Spinelli ha destacado que el papa León XIV reafirma así su fidelidad a la tradición agustiniana y su profunda devoción mariana. Con este escudo y lema, el Pontífice propone una Iglesia que supera divisiones, promueve la fraternidad y camina unida en el amor de Cristo.

Primer Regina Coeli de SS. León XIV11 de mayo de 2025

En su primer “Regina coeli” dominical, el Santo Padre evocó el evangelio del Buen Pastor, para pedir una vez más por las vocaciones, e instó a los fieles a ser pastores los unos para con los otros. En las palabras posteriores al canto hizo un llamamiento a la paz mundial.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo! […] Jesús en el Evangelio afirma que conoce a sus ovejas, y que ellas escuchan su voz y le siguen (cf. Jn 10,27). En efecto, como enseña el Papa san Gregorio Magno, las personas “corresponden al amor de quien les ama” (cf. Homilía 14,3)…

Encuentro con los representantes de los medios de comunicación – 12 de mayo de 2025

… Vivimos tiempos difíciles de atravesar y describir, que representan un desafío para todos nosotros, de los que no debemos escapar. Por el contrario, nos piden a cada uno que, en nuestras distintas responsabilidades y servicios, no cedamos nunca a la mediocridad. La Iglesia debe aceptar el desafío del tiempo y, del mismo modo, no pueden existir una comunicación y un periodismo fuera del tiempo y de la historia. Como nos recuerda san Agustín, que decía: «Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros» (Sermón 80,8).

Ampliémosla un poco. El último párrafo del sermón de Agustín es precioso. Según se diría, además, “de rabiosa actualidad”:

8. Por tanto, hermanos, os digo que oréis cuanto podáis. Abundan los males, pero Dios lo quiso. ¡Ojalá no abundaran los malos y no abundarían los males! «Malos tiempos, tiempos fatigosos» —así dicen los hombres—. Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos. Pero ¿qué hacemos? ¿No podemos convertir a la vida santa a la muchedumbre de los hombres? Vivan bien los pocos que me escuchan; los pocos que viven santamente soporten a los muchos que viven malvadamente. Son granos, están en la era. En la era pueden tener a su lado la paja, pero no en el granero. Soporten lo que no quieren para llegar a lo que quieren. ¿Por qué nos entristecemos y acusamos a Dios? Si abundan males en el mundo es para que no lo amemos. Grandes varones, santos varones fueron los que despreciaron un mundo hermoso; nosotros no somos capaces de despreciarlo ni aun siendo feo. El mundo es malo; ved que es malo y se le ama como si fuera bueno. Sin embargo, ¿qué es ese mundo malo? Pues no es malo el cielo, ni la tierra, ni las aguas y cuanto hay en ellos, los peces, las aves, los árboles. Todas estas cosas son buenas, pero el mundo malo lo constituyen los hombres malos. Mas, puesto que, mientras vivimos —como he dicho—, no podemos carecer de hombres malos, gimamos ante el Señor nuestro Dios, soportemos los males hasta llegar a los bienes. Nada reprochemos al padre de familia, pues es cariñoso. Es él quien nos lleva, no nosotros a él. Sabe cómo gobernar lo que él creó; haz lo que mandó y espera lo que prometió.

Discurso del Santo Padre León XIV a los participantes en el jubileo de las Iglesias Orientales14 de mayo de 2025

Necesitamos alabar y dar gracias sin cesar al Señor por esto. Con ustedes podemos rezar las palabras de San Efrén el sirio y decir a Jesús: «Gloria a ti, que hiciste de tu cruz un puente sobre la muerte. […] Gloria a ti, que te revestiste del cuerpo mortal y lo transformaste en fuente de vida para todos los mortales» (Discurso sobre el Señor, 9). Es un don que hay que pedir: saber ver la certeza de la Pascua en cada tribulación de la vida y no desanimarnos recordando, como escribía otro gran padre oriental, que «el mayor pecado es no creer en las energías de la Resurrección» (San Isaac de NíniveSermones ascéticos, I, 5).

 

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