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30 mayo, 2020 / Carmelitas
Sufragio y oración por el eterno descanso del P. Juan de Dios, carmelita (1933-2020). Madrid, 29 mayo 2020

El día 29 de mayo de 2020, las comunidades carmelitas de Madrid, Flor del Carmelo y Madrid-Ayala, se reunieron en la Parroquia de Sta. María del Monte Carmelo, junto con algún familiar del P. Juan de Dios Sanz, O.Carm. y alguna religiosa de las Hermanas carmelitas de Orihuela y Málaga, para celebrar la Eucaristía y rezar por su eterno descanso. Más adelante, cuando se levante el desconfinamiento, se celebrará el funeral en el Santuario del Henar (Segovia), donde durante tantos años vivió.

Presidió la celebración el Prior Provincial, el P. Desiderio García, O.Carm. Recogemos algunas palabras de su homilía:

“Hoy, hermanos y familia del P. Juan de Dios, estamos aquí para orar y celebrar no la muerte sino la Vida Eterna. Venimos a dar gracias a Dios por haber tenido la suerte de compartir la vida con nuestro hermano, el P. Juan de Dios, que nos dejó el día 25 de mayo, y proclamar la victoria de Cristo sobre la muerte. Necesitamos de Dios… A veces se nos olvida que Dios es el mejor amigo que tenemos los hombres, y teniéndolo a Él no nos faltará nada. Nuestra meta es estar eternamente con Él.

  1. Sorpresa. Martín Descalzo, el famoso escritor y periodista, decía que cuando uno muera y llegue al cielo son tres las sorpresas que nos esperarán: La primera es mirar a nuestro alrededor y ver un montón de gente que nunca uno hubiera pensado encontrar allí. Así se cumplirá aquello de que los publicanos y prostitutas nos llevan la delantera en el Reino del los Cielos. La segunda es mirar a nuestro alrededor y no ver a los que uno siempre pensó que estarían allí (los endomingados, los consumidores de novenas, los cumplidores de la letra y de las leyes, el párroco…). La tercera sorpresa será mirarse a uno mismo y exclamar: “Señor, ¿y yo cómo he llegado aquí?”.

La clave de ese encuentro sorpresivo con el Señor Resucitado nos la recuerda otro literato Honoré de Balzac: “El corazón de Dios es como el corazón de una madre, un abismo en cuyo fondo siempre se encuentra la misericordia y el perdón”. El misterio de este encuentro no son nuestros méritos, sino el misterioso exceso de Amor por parte de Dios que desea que allí donde Él estemos también nosotros. La promesa y el “rumor” del evangelio proclamado hoy sigue resonando: empezó a correrse la voz de que el discípulo amado no moriría… En verdad, somos hijos de la Luz y de la Vida, no de la tiniebla y de la muerte.

  1. Gratitud. Nuestro hermano Juan de Dios no está en desventaja, sino que nos lleva la delantera. Decía Sta. Teresita del Niño Jesús que nuestra patria verdadera es el Cielo. Él ya ha llegado adonde nosotros también un día esperamos llegar (cf. 2 Tim 4,7). La muerte, nuestro gran enemigo, nos desconcierta, nos rompe. Es un muro que ni la ciencia ni la filosofía ni la política han podido franquear. Y nos impulsa a preguntarnos: ¿Qué va a ser de nosotros? ¿En qué van a quedar nuestros esfuerzos y trabajos, nuestras luchas y aspiraciones, nuestros anhelos y esperanzas? Cristo es la respuesta. El Señor nos certifica que Dios existe, está vivo y nos espera.

Nuestro hermano el P. Juan de Dios era un hombre sencillo y de fe. En medio de su enfermedad ni recelaba ni desesperaba. Un padre, un hermano, un pastor solícito al que acudir en cualquier momento. Un hermano orante y trabajador, siempre disponible, obediente y paciente. El músico, el hombre atento, el devoto de María. Se entregó, se donó, sirvió sin relumbrón y sin esperar el aplauso. El salmo de hoy nos describe el desenlace de la vida de nuestro hermano Juan de Dios: “los buenos verán su rostro”. En la sociedad civil, en la Iglesia, en la Vida Religiosa, necesitamos con urgencia figuras de humanidad ejemplar y de espíritu recio, de esas que tiran hacia arriba de nosotros. El P. Juan de Dios era uno de ellos.

Hoy, sábado, a los pies de la Virgen del Carmen, e invocando a Nuestra Señora del Henar, a la que tanto devoción profesó, venimos a presentar su vida como ofrenda agradable a Dios.

Las almas de los fieles difuntos, en especial de nuestro hermano, el P. Juan de Dios, carmelita, descanse en paz. Amén.

 

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