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16 junio, 2019 / Carmelitas
Reunión Consejos Generales, O.Carm. y O.C.D. “Somos misión porque somos el amor de Dios comunicado”, Gort Muire (Irlanda) 27-31 mayo 2019

“Somos misión porque somos el amor de Dios comunicado”

             Cada tres años, los dos Consejos Generales de los frailes O.Carm. y O.C.D., nos reunimos para reflexionar sobre diversos temas relacionados con nuestro carisma y misión en la Iglesia. Este año, nos juntamos en Gort Muire, la casa provincial de la Provincia irlandesa de los Carmelitas (O.Carm.), ubicada en Dublín, Irlanda, para reflexionar sobre el tema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”. El P. Gerry O’Hanlon, S.J., presentó dos conferencias sobre el tema de la misión: “El contexto de la misión” y “La Iglesia y la vida consagrada para la misión”. El padre O’Hanlon repasó algunos de los principales desafíos con los que nos enfrentamos en la sociedad de hoy y en la Iglesia: la secularización, el mundo globalizado, el pluralismo, la inmigración, la justicia social, los problemas relacionados con el papel de la mujer en la Iglesia, la digitalización, el diálogo interreligioso y los escándalos de los abusos sexuales. En consecuencia, no podemos permanecer al margen de estas realidades y estamos llamados a responder desde nuestro carisma carmelitano.

             En este contexto, reflexionamos sobre un texto del discurso del Papa Francisco recogido en la guía: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”, que es el lema del “Mes Misionero Extraordinario” que se celebrará en octubre de este año 2019. El papa Francisco nos recuerda que la misión está arraigada en el bautismo y es un llamado a todo bautizado. El discurso del papa Francisco transforma nuestra comprensión de la misión. Tendemos a entender la misión principalmente como predicar, construir escuelas, hospitales, servicios sociales y desarrollar actividades caritativas. Si bien estas son iniciativas y actividades misioneras importantes, el papa Francisco nos invita a ver la misión desde una perspectiva más profunda y amplia: “SOMOS misión porque somos el amor de Dios comunicado, somos santidad de Dios creada a su propia imagen”. La misión no es principalmente lo que hacemos, sino lo que somos. Esencialmente es una cuestión de ser más que de hacer. Fluye de nuestro encuentro personal con Jesucristo, quien nos llama a estar con él y a acompañarlo en su misión en el mundo. Solo desde nuestra intimidad con Jesucristo, descubriendo que nos ama incondicionalmente, podremos crecer en una conversión continua y ser misión en nuestro mundo. Visto de esta manera, nuestro llamado a ser misión tiene lugar donde vivimos, cuando damos testimonio de amor en nuestra comunidad, familia, parroquia y vecindario. Es un llamado a crecer en la santidad expresada en las acciones amorosas de la vida cotidiana.

          Esta nueva idea de la misión como ser en lugar de hacer, nos llama a ser agradecidos por las bendiciones que hemos recibido en nuestra historia y de nuestros santos carmelitas, y a “avivar la llama” (2 Tim 1, 6) del don de nuestro carisma que hemos recibido de Dios. En este sentido, recordamos a dos santos misioneros carmelitas mencionados en la guía “Bautizados y enviados”: santa Teresa del Niño Jesús y el beato Tito Brandsma. Ambos dan testimonio de lo que significa ser misión en el contexto de su vida y su tiempo.

A pesar de que santa Teresa del Niño Jesús nunca abandonó el recinto de su Carmelo, fue proclamada patrona universal de las misiones junto con san Francisco Javier el 14 de diciembre de 1927. Santa Teresa tenía un corazón misionero. En sus “Manuscritos autobiográficos” nos dice que le hubiese gustado “ser misionera, no solo por unos pocos años sino desde el principio de la creación hasta la consumación de los tiempos”. Restringida por las paredes del Carmelo, vivió su celo misionero en el monasterio. Descubrió su vocación de ser “amor en el corazón de la Iglesia”; es decir, hacer del amor de Jesucristo el centro de su vida y expresar su amor por él concretamente en las pequeñas acciones de la vida cotidiana y en todas sus relaciones. Ella creía que el amor es eterno; que trasciende los límites físicos, el espacio y el tiempo, y tiene un poder transformador para sanar y convertir los corazones. Estaba convencida de que cuanto más amor haya en el corazón de la Iglesia, más amor habrá en todos los miembros de la Iglesia y en el mundo. El ejercicio del amor produce frutos para toda la Iglesia y para el mundo. En este sentido, todos los bautizados están llamados a ser “amor en el corazón de la Iglesia” y hacer del amor la fuerza motivadora de nuestras vidas; de esta manera nos convertimos en misión en la Iglesia y en nuestro mundo.

             El beato Tito Brandsma, quien murió en el campo de concentración de Dachau en 1942, también tenía un corazón misionero. Desde que era un fraile joven aún en formación, Tito deseó ser enviado como misionero para anunciar el Evangelio a todos los pueblos. Sin embargo, la mala salud impidió la realización de su sueño. Dios envió a Tito a un territorio de misión que nunca habría elegido por sí mismo: los campos de concentración nazis. En 1942 fue trasladado al campo de concentración de Dachau. Allí se convirtió en un misionero por su oración, su confianza en Dios en medio del terrible sufrimiento, al consolar las aflicciones de sus compañeros de prisión y al negarse a odiar a los nazis. Tito creía que “la oración no es un oasis en el desierto de la vida; es toda la vida”. Esta hermosa declaración revela la fuente de su fortaleza para llevar a cabo sus actividades apostólicas, para dar testimonio de la Verdad y para soportar con paciencia la pobreza, el sufrimiento y la brutalidad de los campos de concentración y para perdonar a sus enemigos. En un discurso pronunciado en 1931, Tito dijo: “Nuestra vocación y nuestra felicidad consiste en hacer felices a los demás”. Tal vez estas palabras, así como las palabras de Jesús que significaron tanto para el beato Tito, “La paz os dejo, mi paz os doy “, resumen su espíritu misionero y lo que significa ser misión en la Iglesia y en el mundo.

Ser misioneros en nuestro tiempo implica hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos, como carmelitas, responder a los desafíos que nuestro mundo y nuestras Iglesias enfrentan en este siglo XXI? Debemos esforzarnos por ser: a) hombres y mujeres auténticos de oración, b) vivir una vida comunitaria evangélica, abiertos al diálogo y construyendo relaciones en los lugares donde vivimos y servimos, c) que nuestros ministerios sean proféticos. Reconocemos que está surgiendo una nueva realidad en la Iglesia: sinodal, dialógica, colaborativa, inclusiva y responsable. Esto requiere discernimiento, formación y conversión continua.

Estamos agradecidos por la oportunidad de reunirnos y reflexionar sobre la importancia de nuestra misión en el mundo y la Iglesia de hoy y llegar a una comprensión más profunda de la misión, que no es principalmente lo que hacemos, sino lo que somos. Los carmelitas SOMOS misión. Nos damos cuenta, una vez más, de las riquezas de nuestra herencia carmelitana y, a partir de la fuente de nuestro carisma, deseamos responder a las necesidades y desafíos presentes en nuestro mundo y en nuestra Iglesia. Creemos que el Carmelo tiene algo especial que ofrecer. Invitamos a toda la familia carmelitana (O.Carm. y O.C.D): los frailes, las monjas, las congregaciones afiliadas y nuestros hermanos y hermanas seglares a unirse a nosotros para ser misión en nuestro mundo del siglo XXI. Como siempre, confiamos en la intercesión y la presencia fraterna de María, Reina y Hermosura del Carmelo, cuyo corazón misionero la impulsó después de la Anunciación a llevar a su prima Isabel la alegría de la salvación de Dios en Jesucristo. Oramos para que nos acompañe en nuestros esfuerzos por ser misión en nuestra Iglesia y en nuestro mundo.

Dublín (Irlanda), 31 de mayo de 2019

Consejos Generales OCarm y OCD

 

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