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Orar

8 abril, 2023 / Carmelitas
Descendió a los infiernos. El misterio del gran y santo sábado

Debería sobrar decir que el Sábado Santo es día para acompañar, silenciosos, a la Virgen María, y quedar sinceramente compungidos por su dolor, y pedirle su intercesión para participar de su fe y esperanza. En esta ocasión nos permitimos, más bien, volver nuestra atención a un artículo del credo sobre el que no se suele abundar y puede dar contenido a nuestra oración hoy. ¿Qué es eso de que Cristo descendió a los infiernos?

“…padeció bajo Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado.

¡Descendió a los infiernos?…”

¿Qué pinta el Señor, víctima inocente, en el lugar de la condenación? Descensus ad inferos. En rigor, ad inferos, no es el lugar de la damnación eterna, como si Cristo fuera pasible de un castigo inmerecido por el capricho del juicio viciado de la voluntad malevolente que le quiso ajusticiar en el patíbulo de la cruz. Entre otros muchos textos bíblicos que aluden y se pueden leer a la luz de este misterio de Cristo en su descenso al Hades, o al Seol -en cuanto lugar donde los muertos antes de Cristo esperaban la sentencia que haría patente su muerte en cruz- la primera carta de Pedro, supone  revela la clave:

“[Cristo] En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua” (1Pe 3,19-20)

La tradición occidental ha tendido a retener en el inicio de su consideración del misterio del misterio de la resurrección el signo de la tumba vacía al que acuden María Magdalena y sus compañeras mirróforas (las portadoras de mirra que deseaban embalsamar piadosamente el cuerpo de Jesús), mientras que la tradición oriental lo ha hecho desde el quebrantamiento de la raíz del poder de la muerte: desde las mismas puertas del infierno, el Señor de la vida y de la muerte, de quien se dice que si abre, nadie cierra (cf. Ap 3,7-8)., y así cantaba el salmista:

¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria! ¿Quién es ese rey de gloria?

Yahveh, el fuerte, el valiente, Yahveh, valiente en la batalla.

¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria! ¿Quién es ese rey de gloria?

Yahveh Sebaot, él es el rey de gloria. (Sal 24[23],7-10)

Si la Encarnación arranca desde lo más alto del cielo, donde el Verbo moraba con el Padre para llegar a vivir como un hombre entre los hombres, hasta la muerte, y una muerte de cruz, la ἀνάστασις, esto es la resurrección, arranca de lo más profundo de la muerte, llevando a la humanidad muerta a la vida inmortal, divina, con Dios. Sí, el Señor no se abajó solo a su criatura, a su barro, a su pecado, sino hasta sus últimas consecuencias, hasta la muerte, y cual Buen Pastor, le arrebató a la muerte la oveja perdida -Adán, Eva, Abel…, el mismo Juan Bautista, que esperaban la resurrección-, quebrantó la puertas del infierno, abrió las puertas del paraíso, para reconducir allí al que de allí había sido expulsado.

La antigüedad cristiana no tardó en meditar el misterio. La literatura a su alrededor floreció a profusión. En especial en el Descensus Christi ad inferos (AQUÍ en español, véase a partir del párrafo XVII) que forma parte del conocido como Evangelio de Nicodemo, y recoge los Acta Pilati. Forman parte de la literatura apócrifa cristiana. Aclaremos que la literatura apócrifa NO es toda ella herética. “Apócrifo” designa la condición de aquel escrito, generalmente anónimo, que se ha querido atribuir a un nombre de autoridad apostólica para legitimar su doctrina y darle perpetuidad. Son numerosísimos los apócrifos de los que bebe la tradición y la piedad cristiana.

La iconografía de la resurrección desde el misterio del descenso a los infiernos es riquísima. Dejamos en el ‘carroussel’ (abajo) una serie de imágenes bien sugerentes. En este ENLACE, el profesor de historia del arte Francisco de Asís García comparte un precioso estudio comentando los cánones artísticos de diversas sugerentes representaciones que, a su vez, adjunta al final de su artículo.

En imágenes adjuntas:

1.- Resurrección, Descenso a los infiernos. Museo de Iconos, Recklinghausen, Alemania. Principios del s. XVI.

2.- Venecia (Italia), basílica de san Marcos, mosaico, primera mitad del siglo XII.

3.- Icono de la Iglesia de Peribleptos (San Clemente) en Ohrid (Macedonia). Descenso a los infiernos, primera mitad del s. XIV.

4.- Detalle del icono del Descenso a los infiernos, Museo de Novgorod (ca. 1351)

5.- Exultet, Montecassino (Italia), c. 1087. Biblioteca Apostólica  Vaticana, Cod. Barb. Lat. 592.

 

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